¿Qué piensa la Orden Rosacruz AMORC del espiritismo?

Antes de responder esta pregunta, primero tenemos que precisar que hay dos grandes corrientes espiritistas:

– La primera niega la reencarnación y enseña que el “espíritu” de los difuntos alcanza el mundo espiritual después de la muerte y permanece allí para toda la eternidad. En virtud de este principio, los partidarios de esta corriente espiritista consideran que, a través de evocaciones colectivas o por intermedio de un médium, se puede entrar en contacto con el “espíritu” de personas que vivieron hace siglos. Si se cree en la reencarnación, esto no es posible, pues los “espíritus” reencarnan después. Por lo tanto no puede tratarse de Julio César, Cleopatra, Luis XVI, Maria Antonieta, etc. Añadamos que es curioso constatar que los contactos así establecidos, siempre son con personajes muy ilustres. Parece que los millones de otras personas no tienen “espíritu” o que rechazan todo contacto.

– La segunda corriente espiritista admite la reencarnación y enseña que las prácticas espiritistas permiten entrar en contacto con el “espíritu” de todos aquellos que están a la espera de reencarnar. En principio, esta posibilidad existe, pero la mayor parte del tiempo, los “espíritus” con los que se ha establecido contacto son entidades poco evolucionadas que permanecen muy apegadas a la Tierra y que ocupan los planos más bajos en lo invisible. Por eso, se prestan de buena gana a este tipo de prácticas, porque les permite mantener cierto contacto con el plano terrestre. El problema, es que tales “espíritus”, debido a su falta de evolución, no dudan en mentir, en engañar y en hacerse pasar por “espíritus” mucho más célebres.

Por regla general, la AMORC. desaconseja firmemente el espiritismo. En último análisis, las prácticas espiritistas no aportan nada auténtico e incluso pueden ser peligrosas en los planos psíquico y psicológico. Dicho esto, es posible comulgar con las almas que ya no están encarnadas, especialmente con las de los seres queridos que se ha conocido bien. Pero tal comunión solo puede realizarse elevándose en conciencia hacia ellas, y no haciéndolas descender hacia nosotros. Además, debe ser individual y no colectiva.

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